sábado, 11 de marzo de 2017

LARGO PAISAJE




Abatida, mi último día, reuní mis objetos personales. En la canasta de desilusiones fui guardando el portarretratos con la fotografía de Juan, mi difunto marido. Una maceta. Un juego de escritorio, obsequio de mi jefe, en mis “bodas de plata” en la empresa. Mi fiambrera rosa y el reloj de pulsera me que han regalado mis compañeros en una emotiva y lacrimógena despedida. ¡Cuánta vida en un caja tan pequeña!

Mis días trascurrían en la ilusión de que mi vida aún estaba a medio hacer, que tenía muchos sueños por cumplir, cuando—como por sorpresa— me estalló la jubilación.

Solo han pasado tres meses,  pero aquella tarde me parece mucho más lejana, perdida entre recuerdos y nostalgias inútiles. 

                Tomé el tren de las 18,35, me acomodé en el segundo asiento del tercer vagón, al lado de la ventanilla derecha. 

—Es mi sitio —pensé amargamente— Y lo imaginé abusado por otros culos informes. Violado por ventosidades ajenas.
                
            Me figuraba que el tren avanzaba muy rápido, más que otros días: no quería llegar a una casa vacía. Sin mi Juan, sin mis sueños cumplidos. Sin mis hijos, que trabajan fuera. Me asustaba la casa donde viviría mayor y sola.

Al otro lado de la ventanilla, intuía sin ver, un paisaje conocido. Los verdes campos salpicados con tintes rojos de amapola y el paraje árido del verano madrileño, han mutado en estos años, al ladrillo y cemento de edificios sembrados y crecidos por todas partes.

 Esa metamorfosis del paisaje me evocaba a mí misma, con 20 años, virginal, cargada con una canasta de ilusiones, en el primer día de trabajo en la empresa. Cuarenta y cinco años me habían cambiado, habían sembrado en mí malas hierbas que no me habían dejado florecer.

Mi rostro tornaba triste mientras pensaba, a veces  enfurecida, otras asqueada, las menos animada. 

Un sabor un sabor metálico y agridulce acudía a mi boca. De alegría, por supuesto, de no tener que volver a esa oficina y de una triste nostalgia de lo que nunca podré recuperar, para mi llegó tarde la igualdad.

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