El tiempo no es sino el
espacio entre nuestras recuerdos.
Henry Frédéric Amiel.
Podría
parecer de Perogrullo, pero en todas las tierras del mundo el sol sale al
amanecer, todos los días, hasta que se esconde al anochecer.
Nuestra
vida se constriñe a un universo de 1440 minutos imbricados de dificultades,
esperanzas, anhelos, trabajos, ocio y sueños. Todos los días son una nueva
oportunidad, son ocasiones que solemos dejar pasar en pos de un futuro que no
vemos en espacios periódicos, sino que vislumbramos como un todo. No nos damos
cuenta de que solo podemos vivir la vida día a día.
Nos
obviamos, ya que es difícil verse a uno mismo, es como mirar para atrás sin volverse.
Nos agarramos a nuestra memoria, donde ubicamos nuestros sueños, sin darnos cuenta de que la memoria no es más
que una imagen de la realidad, por lo que la realidad es solo parte interesada
de nuestra imaginación.
La
mayor heroicidad es vivir intensamente cada día, haber viajado, disfrutado de
un buen cuadro, de un buen libro, de una pieza musical, de una película, de una buena comida, de la familia, de los
amigos. Acostar tu mente con la convicción de haber sido éticamente coherente.
Esta forma de
vivir nos la regala la experiencia, desgraciadamente esta llega tarde o no
llega. La experiencia no solo consiste en haber vivido muchos días, sino en lo
que se ha pensado o reflexionado.