jueves, 30 de marzo de 2017

CONFERENCIA INERNACIONAL ICPIC MADRID

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CONFERENCIA INTERNACIONAL
DE FILOSOFÍA PARA NIÑOS
EN MADRID

     Tengo el honor de pertenecer al Comité Organizador de la Conferencia Internacional de Filosofía para Niños que se celebra en Madrid a finales del mes de junio y es un placer compartir públicamente que se van a presentar más de 150 ponencias, pósteres y talleres y los asistentes que han confirmado su asistencia ya superan los 240 (todavía tienen ustedes varios meses más para apuntarse). Además, los estudiosos provienen de distintas partes del planeta, desde Asia hasta Oceanía, pasando por África, Oriente Próximo, América, África y Europa.

     No me extraña tal afluencia de expertos puesto que es una gran oportunidad de aprendizaje en comunidad sobre la didáctica del pensamiento crítico, de la ciudadanía y, en definitiva, de la Filosofía. Es, por otro lado, una prueba contundente de la importancia que nuestras materias —Valores Éticos, Filosofía, Ciudadanía, Derechos humanos, etc.— deben tener en los planes de estudios de los currículos de todo el planeta.

     Son cuatro los conferenciantes principales que hablarán sobre los temas más destacados, a saber, Eugenio Echeverría, Gert Biesta, Jen Glaser y Roberto Colom y decenas de especialistas que, también al más alto nivel, van a compartir sus experiencias e investigaciones con los asistentes desde el 28 de junio hasta el 1 de julio.

     Igualmente, como complemento a la Conferencia, contaremos con:
Seminarios previos a la Conferencia del 26 al 28 de junio con el título de Exploring the Practices and Challenges of Conducting Research in Philosophy for/with Children (Explorando las prácticas y retos de la investigación en Filosofía para Niños).

Talleres posteriores a la Conferencia del 3 al 7 de julio, con los títulos “Embodiment in the Unexpected: Improvizing inquiry as a form of complex thinking”, “Philosophical Inquiry in the Cultural Spaces of Museums”, “The Art of Questioning: Going Deeper in our Thinking”, “Games Leading to Philosophical Inquiry with Children: Play Wise Olympiads” y “Making Change: Integrating P4C with Design Thinking”.

    Cursos certificados posterioes a la Conferencia: “SAPERE Certified Level 1 Course”, “Preguntar, dialogar, aprender” y “Habilidades para dirigir una clase basada en el diálogo”.
El trabajo es intenso y va aumentando a medida que se acerca la fecha, pero es muy gratificante porque el producto de este trabajo es la mejor evidencia contra las afrentas que recurrentemente sufre la Filosofía en los planes de estudios de casi todos los países del mundo.

     Si no lo ha hecho todavía y le gustaría asistir a la Conferencia Internacional del ICPIC tiene tiempo hasta el 1 de abril para acogerse a un descuento; desde esa fecha el precio subirá un poco. Visite nuestra web para inscribirse.


http://congresos.fuam.es/fuamcongresos/philosophical-inquiry-with-children-coming-of-age-family-resemblances-xviii-international-conference-of-icpic/home

www.filosofiaparaninos.org


sábado, 11 de marzo de 2017

LARGO PAISAJE




Abatida, mi último día, reuní mis objetos personales. En la canasta de desilusiones fui guardando el portarretratos con la fotografía de Juan, mi difunto marido. Una maceta. Un juego de escritorio, obsequio de mi jefe, en mis “bodas de plata” en la empresa. Mi fiambrera rosa y el reloj de pulsera me que han regalado mis compañeros en una emotiva y lacrimógena despedida. ¡Cuánta vida en un caja tan pequeña!

Mis días trascurrían en la ilusión de que mi vida aún estaba a medio hacer, que tenía muchos sueños por cumplir, cuando—como por sorpresa— me estalló la jubilación.

Solo han pasado tres meses,  pero aquella tarde me parece mucho más lejana, perdida entre recuerdos y nostalgias inútiles. 

                Tomé el tren de las 18,35, me acomodé en el segundo asiento del tercer vagón, al lado de la ventanilla derecha. 

—Es mi sitio —pensé amargamente— Y lo imaginé abusado por otros culos informes. Violado por ventosidades ajenas.
                
            Me figuraba que el tren avanzaba muy rápido, más que otros días: no quería llegar a una casa vacía. Sin mi Juan, sin mis sueños cumplidos. Sin mis hijos, que trabajan fuera. Me asustaba la casa donde viviría mayor y sola.

Al otro lado de la ventanilla, intuía sin ver, un paisaje conocido. Los verdes campos salpicados con tintes rojos de amapola y el paraje árido del verano madrileño, han mutado en estos años, al ladrillo y cemento de edificios sembrados y crecidos por todas partes.

 Esa metamorfosis del paisaje me evocaba a mí misma, con 20 años, virginal, cargada con una canasta de ilusiones, en el primer día de trabajo en la empresa. Cuarenta y cinco años me habían cambiado, habían sembrado en mí malas hierbas que no me habían dejado florecer.

Mi rostro tornaba triste mientras pensaba, a veces  enfurecida, otras asqueada, las menos animada. 

Un sabor un sabor metálico y agridulce acudía a mi boca. De alegría, por supuesto, de no tener que volver a esa oficina y de una triste nostalgia de lo que nunca podré recuperar, para mi llegó tarde la igualdad.

BUSCO



Busco mi rostro en el frescor de las acequias. El agua parte sin prisa, con música suave. Me invita a su viaje. Me convida a su descanso. Es su llamada a ejecutar la sentencia dictada. 


 Quique me quedé sola buscando el amor. Mis labios te buscaban para saciarse. Mi cuerpo estaba sediento del tuyo. Mi vientre fruto seco. Era la mujer que espera.


 Me acuesto en el lecho del agua y me dejo llevar, mi ropa se esparce en una danza quieta. El cielo, de despedida, me regala todo su azul. 


Dos pequeñas aves bailan su deseo, fracturando el silencio. Rompen el rito. 


 ¡Desigual herencia! ¡Poca igualdad!  Mis ojos me alejan de la muerte. Quique ciego de nacimiento. 


  Relego mi promesa. Quizá busque otro solitario manantial, otro tiempo más favorable.

miércoles, 8 de marzo de 2017

EL PASILLO CENTRAL



             Acaba de cumplir 35 años.
 Susana traspasa con paso decidido el umbral de la puerta, se encuentra con un amplio espacio conocido. Camina ligera por el pasillo central. Las miradas incrédulas y recelosas de los hombres sembrados en las mesas, se clavan en ella. Los ignora con una pose estudiada, los conoce bien, ha trabajado junto a ellos más de cuatro años.
Por increíble que parezca, con su cuerpo menudo y cara de niña, posee una fuerza exorbitante y una inteligencia poco común. Susana acostumbraba a resolver los grandes problemas que surgían en su empresa, con creatividad, eficacia y  entrega total al trabajo. No le había valido un ascenso 
            Unos grades tacones, una ajustada blazer y falda plisada de color negro sanitado, remarcan su proporcionado cuerpo. Le hacen parecer más alta y más inaccesible a los ojos que la escrudiñan en cada paso.
            Recuerda esos cuatro años en que los días pasaban, se hacían más pesados, menos ágiles y nada nuevo sucedía, En que fue usada y dominada una y otra vez por compañeros y jefes, sin equidad, sin respeto. Una violación sistemática de su género le hacía sentirse sucia, inferior y temerosa. Lo único que quería era tener las mismas posibilidades que disfrutaban los otros, los hombres, quería igualdad. No se atrevía a luchar para poner fin a esas diferencias. Pero de ningún modo quería renunciar.
            Un día, como tantas veces antes, encontró los ingredientes exactos de la salsa y se atrevió. Pasó por encima de compañeros parásitos y de inútiles jefecillos. Recogió las cosas de su escritorio, por si su acción implicaba un despido inmediato, —no quería demorarse en la vergüenza—. Se encaró con la misma puerta, al final del pasillo, a la que en este momento está a punto de llegar y se adentró en la aventura.  Triunfó.
            A medida que está llegando a la puerta del final del pasillo va creciendo el entorno, a las miradas se le suman murmullos, ¡es la puerta de los jefes! Después de su paso se atreven, se levantan y miran su cuerpo, que siempre estuvo escondido, en la mesa pequeña de la esquina.
            Franquea la puerta, esta vez triunfante. Detrás los jefes le felicitan, le acompañan a su nuevo despacho Al otro lado los compañeros extrañados no pueden evitar enterarse. Se miran incrédulos.
Susana marca un número en el móvil. Una mujer con una pequeña  maleta con ruedas atraviesa el pasillo central. Se la entrega a Susana. Empieza a desvestirse delante de los jefes, primero les tira la blazer, después la falda negra. Se quita su blusa blanca, dejando descubiertos sus  juveniles pechos redondeados.
—No quiero ropa que imite a la de los hombres, os la podéis quedar— les grita flojito. No quiero comportarme como un hombre.
  Abre la maleta. Se viste con ropa cómoda. 
              Desde el quicio de la puerta,  mientras su cuerpo se componía en un gesto altanero, pregona 

a ambos lados que abandona el trabajo, que ha fundado su propia empresa.

EL BAILE DE LAS PRINCESAS



             Erase una vez el país de la realidad, dónde se hilan mil historias de amor, distintos nombres, mismos sueños: 
              Es el baile de las princesas de cuento.
            Las abuelas nos transmiten leyendas apasionantes con finales felices. Historias pasionales de príncipes y hadas madrinas. Nos incitan a desear vivir nuestro propio cuento, con bonitos vestidos, carrozas y lugares de ensueños.
En ese imaginario común somos felices y comemos perdices, después que nuestro príncipe azul, apasionado, enamorado y apuesto, nos rescata de una vida insulsa, anodina y vacía. Una existencia latente a la espera de ese príncipe, una vida durmiente al cuidado de enanos cómplices, que nos preparan para ese futuro sin vivir el presente; que nos mantienen a salvo, escondidas y en letargo, de esas brujas tenebrosas de la vida que amenazan nuestra supervivencia.
¡Qué romántica espera! ¡Qué utópica existencia que nos depara el destino! Y mientras, fabricamos nuestro propio príncipe, como moderno Frankenstein le ponemos cara, la de Brad Pitt. Le ponemos ojos, los de Leonardo di Caprio, y ¿el cuerpo? El de Russell Crowe en Gladiator. Y ¿de sabor?, a caballero de la mesa redonda, paladín de infantas y guerrero de altas metas. Sabor a príncipe de la Zarzuela, con una pizca de sal y pimienta Sabor a culto, pero alegre y divertido. Olor como a sudor enamorado, que lucha por mi contra las brujas malvadas y feas.
En esa cocina de quimeras vemos pasar el tiempo, en la necia espera de nuestro bizarro paladín, en una muerte sistemática de la razón y de nuestra identidad.
Nos vaciamos de realidades, vacantes de aventuras, y las llenamos de estos sueños sin sustancia, viviendo una vida que no existe.
Con la melena al viento, cabalgando en su moto, Gerardo, como si de un hechizo se tratara, entro en la vida de Susana, su mirada la hizo estremecer, algo llenó sus entrañas y empezó a dar vueltas, provocando vértigos como de montaña rusa, que a la vez molestan y duelen, pero gustan. Supo, como dice la canción, que “Ese es el príncipe azul que yo soñé”.
Esa cálida noche de julio, comiéndose con la vista un anochecer en una playa del Mediterráneo, mientras él susurraba palabras de amor y promesas de eternidad, con la luna llena al fondo, —como postal turística— que recortaba sus cuerpos entrelazados, Susana se entregó a la pasión en la arena de la playa. No podía ser más feliz, todos sus sueños se estaban cumpliendo.
Germinó el amor y los cambios de su cuerpo anunciaron una nueva vida, solo quedaba adelantar el baile nupcial, confeccionar su vestido de princesa de cuento, con algo nuevo, algo usado y algo azul, pero no, eso no hacía falta, ¡llevaba su príncipe!
No faltó el popurrí musical de película, sonó  la marcha nupcial de Mendelssohn, caminó sobre una senda de pétalos de rosa, hacia el altar donde regalar el “sí quiero” y recoger el aplauso de todos sus familiares y amigos, después el Aleluya de Händel y   “puedes besar a la novia”. Terminó llorando con el Ave María de Schubert.
La música del vals del Danubio Azul de Strauss explotó con todo su color en el ansiado baile que, por supuesto, abrieron los novios.
Un noviazgo de método, una boda de cuento, de ensueño, la ilusión de muchas doncellas. Susi no podía ser más feliz.
Pasaron años de inmersión paulatina en lo real, la historia se tornaba dramática, en un escenario de ausencia de igualdad.  
Cuando sus  luces se encienden, Susana pasa de ser la actriz protagonista a permanecer entre bambalinas Todo lo soñado se esfuma como atrezo mentiroso de obra de teatro. Se sentía la gran engañada. El amor se convirtió en sumisión, la atención en humillación, la pasión en abuso, el regalo en exigencia, la palabra amable en insulto. De princesa a cenicienta sin esperanza, era el cuento al revés.
Gerardo —su hombre—era el único director y actor de la historia, al margen de sus deseos. Teje su nido con relleno de plumas y con barrotes de hierro.
No puede, ni sabe escapar y tampoco sabe si hacerlo,
— ¡Todo esto pasará!, Gerardo es un hombre bueno, es su duro trabajo el que le torna severo, sus jefes le enfadan y poco le pagan y cansado llega a su hogar, donde descansa y espera ¡claro está! ser el rey de la casa.
El tiempo pasa y no mejora, cada día está más atrapada, más apartada. Trabajar fuera de casa, ¡ni se permitía pensarlo!
Con pasos felinos, con sorpresa, la violencia aparece. Brota el miedo a ser golpeada, a ser torturada, ¡no podía suponer desgracia peor! Era como vivir muerta o morir viva.  En la certidumbre que su lucha es estéril.
Así no podía vivir.
—… pero mis tres hijos me necesitan y necesitan a su padre, para Gerardito, Candela y Pedro, Gerardo, su padre, es lo mejor. ¡No sabría hacerlo sola!
Y vuelve al inicio, a través de la fantasía de los cuentos, crea una nueva quimera, donde su nuevo relato comienza con...”Erase una vez un hombre bueno…”
Y aguanta.
El entorno se da cuenta y le advierte. Ella calla y consiente.
De manera casual, sufre accidentes, cae por las escaleras, resbala de una silla mientras limpia o se choca con una puerta, ¡todos saben lo que pasa!
Ella no acusa, el entorno tolera.
El magazín de la mañana lo anuncia, es la número 63 del año, otro mal cruce del destino, ya no importa el nombre, Susana, es otra más en esa cruenta estadística, otro crimen de hombre bueno, de enamorado, del imperio de los celos.
De nuevo la música, danza macabra, es el baile de las princesas muertas.