Busco mi rostro en el frescor de las acequias. El agua
parte sin prisa, con música suave. Me invita a su viaje. Me convida a su
descanso. Es su llamada a ejecutar la sentencia dictada.
Quique me quedé sola buscando el amor. Mis
labios te buscaban para saciarse. Mi cuerpo estaba sediento del tuyo. Mi
vientre fruto seco. Era la mujer que espera.
Me acuesto en el lecho del agua y me dejo llevar, mi
ropa se esparce en una danza quieta. El cielo, de despedida, me regala todo su
azul.
Dos pequeñas aves bailan su deseo, fracturando el
silencio. Rompen el rito.
¡Desigual herencia! ¡Poca igualdad! Mis
ojos me alejan de la muerte. Quique ciego de nacimiento.
Relego mi promesa. Quizá busque otro
solitario manantial, otro tiempo más favorable.
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